Uno de los estados o situaciones en que es fácil caer es en el aburrimiento. Normalmente y aunque tengas un “menú” variado en tus actividades diarias, relaciones de trabajo, de pareja, de amigos, al final, éstas se repiten, cayendo en la rutina y derivando, con frecuencia, en el aburrimiento.
¿Y qué podemos hacer para que esto no se produzca? Porque el escenario en el que nos desenvolvemos, nuestro lugar de trabajo, compañeros, ambiente familiar, no vamos a estar cambiándolo todos los días, son lo que son y salvo pequeñas variantes poco podemos hacer para modificarlo.
El otro actor que interviene en esta representación del aburrimiento somos nosotros y al igual que ocurría con el escenario anterior, poco también podemos hacer para cambiarnos…. Aunque…, ¿he dicho poco?
No, aquí sí, aquí sí podemos incidir de tal forma, que todos los días aparezcamos con un yo nuevo, fresco, dispuesto a hacer frente, con ilusión, a todas las situaciones que se nos presenten en el día. Porque nuevos se nos presentan ellos, los días, ofreciéndosenos para que los estrenemos.
¿Con qué vestimenta los vamos a recibir ¿Los vamos a recibir con la ropa nueva, para no desmerecer de ellos, la de los domingos, que nos vista ilusionados dispuestos a disfrutarlos, o por el contrarios lo vamos a hacer con esa otra ropa vieja, sucia, que viste a un ser desilusionado, resignado…?
Ambas vestimentas están disponibles en nuestro armario; en nuestro interior. Nuestra es la elección.