En tu interior

Prem Rawat-Maharaji me ayudó a encontrar en mi interior, lo que siempre estaba buscando en el exterior

Niños olvidados

Archivado en: Desclasificados — Julio a las 4:45 pm el Viernes, Noviembre 25, 2005

¿Quién de nosotros no se ha sentido alguna vez, atrapado, hipnotizado, contemplando las evoluciones de un niño? Hay algo en él que nos produce una atracción irresistible: sus risas, la libertad con que se mueve, su espontaneidad, la pureza de su mirada; algo hay en él que nos cautiva, algo que sólo él tiene: una vibración especial emana de toda su naturaleza.

El niño va haciéndose mayor; lo vamos educando, va adquiriendo conocimientos, necesarios qué duda cabe, para desenvolverse en esta sociedad que nos hemos dado: aprender, aprender, aprender; formarnos, formarnos, formarnos. Tenemos prisa incluso por dejar atrás al niño que fuimos. Nos educan para ser mayores. Es como si la naturaleza nos hubiera hecho incompletos y nosotros, erigiéndonos en creadores de nosotros mismos, quisiéramos finalizar la obra inacabada, a la vez que vamos olvidando lo creado. Y así en un proceso que no tiene fin.

Pero, ¿y qué hay de aquella atracción que suscitábamos cuando éramos niños?. ¿dónde ha quedado aquella vibración?. ¿Por qué no se manifiesta? ¿No habrá sido sepultada por tantas capas de conocimientos como hemos adquirido?. Porque, ¿quién se ha cuidado de cultivarla, de mantenerla viva?

Menos mal que la Naturaleza, sabia, conociéndonos, la puso en un lugar tal en el que no pudiéramos perderla; en el que nadie pudiera arrebatárnosla. La puso en lo más recóndito de nosotros; en nuestro corazón. Y ahí está, a pesar de nuestro olvido, esperando ser rescatada; ¿cómo?. Tal vez no destruyendo, pero si haciendo lo suficientemente permeables, esas capas de conocimientos que hemos ido adquiriendo y que de alguna forma han contribuido a desconocernos a nosotros mismos, para que permitan manifestarse esas llamadas de socorro que en tantas ocasiones salen de nuestro corazón; destruyendo en parte ese yo, ese ego de persona mayor, “formada”, que las enmudece.

Merecería la pena estar atentos.

La armonía del silencio

Archivado en: Poesía — Julio a las 8:56 am el Martes, Noviembre 22, 2005

No necesito música
Me basta escuchar la armonía del silencio
No el silencio de ausencia de ruidos
Sino el silencio de la mente callada

Seguro que habéis observado alguna vez o más bien padecido, que vamos por la vida siempre pensando en algo: caminamos y vamos pensando; comemos y estamos pensando; descansamos y estamos pensando. Y aun, por si acaso pudiera haber alguna posibilidad de que no fuera así, nos enchufamos los auriculares para eliminarla. ¿Os imagináis por un momento que todo ese “ruido” cesara por un instante?. Tal vez pudiéramos sentir la armonía del silencio a que me refiero anteriormente; es posible porque esa armonía la llevamos en nuestro interior. Es todo cuestión de intentarlo

El Mundo y el Hombre

Archivado en: Poesía — Julio a las 11:43 am el Viernes, Noviembre 18, 2005

Le decía el mundo al hombre:

¡Pero hombre! ¡Cómo le cantas a la vida!
¿No ves acaso sus miserias, guerras, hambre?
Sí, pero aun así le canto, le contestó el hombre
¿Sus ambiciones, odios, sus envidias?
Sí, pero aun así le canto.
Tu mujer…., ayer te tenía en lo más alto, hoy en la indiferencia
Sí, pero aun así le canto
¿Y tus hijos?, destino hoy de tus desvelos, mañana te abandonan
Sí pero aun así le canto
Tu propia vida…., ¿no ves acaso que se apaga?
Si, pero aun así le canto, pero aun así le canto, pero aun así le canto…
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Y es que aquel hombre llevaba la música dentro

Crueles

Archivado en: Personales — Julio a las 6:59 pm el Miércoles, Noviembre 16, 2005

Ayer lloré por él. Lo volví a ver en el supermercado. La vez anterior, él, al verme, desapareció por los pasillos. Hoy en su huida, se cruzó conmigo: ¡Hola Lucas! le saludé. Hola, ¿qué tal?, respondió a la vez que sonreía y huía.
Huir, huir, huir… ¡Pobre Lucas! Toda una vida huyendo: de su entorno, de sus recuerdos, de su sombra. Huir e intentar llegar a un lugar en el que no sentirse distinto. Encontrar gente igual a él, porque, ¿sabéis?, Lucas era el simple de la clase, el tonto.
¡Qué crueldad! Señor; o ¡qué inconsciencia en nuestras risas, en nuestras burlas!
¡Qué crueldad! Señor, 54 años huyendo, sintiéndose distinto, sufriendo ser distinto.
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Ayer lloré por él. Quise de alguna forma, lavar alguna afrenta. Quise también Señor, agradecerte de que me hicieras diferente.

Ojos mendigos

Archivado en: Poesía — Julio a las 6:58 pm el Miércoles, Noviembre 16, 2005

Ojos mendigos, ¿qué buscáis?
Mirada suplicante, ¿de amor?
¿Yo, qué te puedo dar, una sonrisa?
No logrará calmar tu sed y volverás a desear
Vuelve mejor a lo que fuiste un día
A aquella niñez
En la que no pedías, solo dabas
Y dando recibías
Y no pensando amar, amabas y te amaban
A aquella niñez
En la que no existían, deseos, esperanzas
Solamente existías