Sensaciones
Cómo puedo temerte, muerte, si la Vida ha sido y es mi compañía permanente
Cómo puedo temerte, muerte, si la Vida ha sido y es mi compañía permanente
Alguien ha dicho, que el sentido común es el menos común de los sentidos, y puede que esté en lo cierto si no es que lo está totalmente.
Seguro que todos nosotros hemos empleado alguna vez la expresión: actué con sentido común o, debes actuar con sentido común, refiriéndonos a alguien próximo a nosotros, o más indeterminado: hay que actuar con sentido común.
Y por supuesto, todos vamos a aplicarnos a actuar con él; yo actuaré con mi sentido común; tú actuarás con tu sentido común: el, la, los, las, con los suyos y aquellos de más allá con el de ellos. Y que no se le ocurra a nadie discutirnos lo contrario. Pero, ¿hay algo de común en todos ellos? ¿No será cada uno de esos sentidos comunes fruto de cada individualidad? Y si es así, ¿tienen todas esas individualidades algo en común? ¿Tú, conmigo? ¿El, la, los, las, con nosotros?
Francamente creo, que a menos que descubramos cada uno de nosotros lo que nos une, lo que nos es común, difícilmente vamos a producirnos con un sentido que tenga algo de común en todos nosotros.
Bueno, y a estas alturas, seguro que todos vosotros/as ya sabéis por donde voy; ya adivináis desde qué punto ha de arrancar ese sentido común para que tenga algo de ello…. ¡Lo habéis adivinado! Desde nuestro corazón. Actuando desde él, vamos a actuar con sentido; sentido al que ahora sí, podremos aplicar el calificativo de común.
Por cierto, Maharaji enseña un método, que nos ayuda a enfocarnos en un punto que nos es común a todos.
“¿Acaso ese corazón no ha permanecido contigo durante toda la vida sin juzgarte? – Maharaji
Todos necesitamos amor. Todos necesitamos comprensión. Todos nosotros cometemos errores, y cuando eso sucede, acudimos a nuestros seres queridos en busca de un poco de comprensión. Cuando un niño se mete en un lío, acude a sus padres. Yo solía ver esto muy a menudo. Cuando uno de mis hijos hacía algo mal, primero venían las peleas, luego había lágrimas, finalmente acudían a mí y yo les ofrecía comprensión. En eso consiste el amor: en comprender, no en juzgar. No se trata de que alguien te diga: “Pero tú eres tonto, ¿cómo se te ocurre hacer una cosa así?” . Porque eso es lo que muchos te dirían, pero no una persona que te ama. Alguien que te ama dirá: “Lo comprendo. No pasa nada. Aunque hayas cometido un error, no pasa nada”.
Todos buscamos esa comprensión tarde o temprano. Sin embargo, déjame preguntarte si ha habido alguien más tolerante contigo que tu ser interior. Y no me refiero a tu raciocinio, estoy hablando de tu corazón, de ese poder que respira a través de ti, que existe en ti. Estoy hablando de ese corazón que tienes dentro. ¿Acaso no ha permanecido contigo durante toda tu vida sin juzgarte? En lo bueno y en lo malo, en tus aciertos y en tus errores.
Tal vez otros opinen que lo que has hecho es horrible. Tus amigos podrían querer dejar de serlo, incluso tu esposa podría querer dejar de ser tu esposa. Todo es posible. Todo lo que consideras tan cercano a ti puede darte la espalda y no querer tener nada que ver contigo, nada. Sin embargo, ¿no ha estado contigo ese corazón durante todos estos años sin juzgarte? Eso es comprensión.
Hay algo dentro de ti que nunca ha dicho: “Te has portado tan mal que voy a abandonarte. Muchas gracias”. Algo que ha estado contigo desde que tomaste tu primer aliento. Eso. ¿Lo conoces? Es el amigo más querido que tienes.
Prem Rawat – Maharaji
Hoy tienes la posibilidad (extracto vídeo)
Sensación indescriptible la de sentirte en el escenario adecuado, representando la obra que has venido a representar
Abierta a comentarios
Si estamos vacíos, es muy fácil que entre en nosotros cualquier pensamiento, cualquier deseo. En cambio, si estamos llenos, tanto los unos como los otros, antes de entrar deberán pedir permiso.
En cierto modo, esta vida es demasiado corta. Estaría bien si pudieras tomar todos tus errores, arreglarlo todo, aparecer en algún sitio y decir: “De acuerdo, ya lo he resuelto, y estoy preparado”.
Pero no funciona así. Se nos ha concedido un tiempo, pero no sabemos cuánto. Al principio, sólo queremos ser felices. Es todo lo que sabemos. No sabemos nada sobre responsabilidades, ni sobre lo correcto y lo incorrecto. No sabemos ser humanos. Pero sabemos que tenemos sed de ser felices, signifique eso lo que signifique.
Suceden cosas buenas y cosas malas. De niño, el nivel de optimismo es alto en todo momento. Ayer ocurriría lo que fuese, pero hoy es hoy. No se guardan recuerdos, no hay culpas. Hiciéramos lo que hiciéramos en ese estado, no lo habíamos planeado. Eso se llama “inocencia” y, para todos nosotros, ese estado es precioso. Luego pasamos por el período de aprendizaje; el agotador martilleo de información en nuestras cabezas. El abecedario, A, B, C. No sabes por qué A es A. Simplemente es así. Tampoco sabes por qué 1 es 1, pero así es. Y te examinan de todo eso.
Y la cosa sigue y sigue; se te está preparando para este mundo. ¿Qué significa eso? Significa que has abandonado tus ideas y que ya estás listo, dispuesto y capacitado para hacer tuyas las ideas que te dará el mundo, incluida la de cómo creer en Dios. Eso se define como responsabilidad”. Yo lo llamo “el salto gigante de la fe”. Entonces pasa algo increíble.
Esto no le ocurre a todo el mundo, sólo a algunas personas. Se encuentran con alguien que dice: “No es necesario ningún salto gigante de fe. No tienes por qué saltar. Simplemente siente, siente tu propia sed”. Y dicen: “¿Qué…?”. Encuentran que esta idea es novedosa, pero ven en ella su propia inocencia. “La felicidad, la alegría que quieres en tu vida está dentro de ti, y la sed de ese sentimiento tiene que estar también en tu interior”. Entonces preguntan: “¿Realmente es posible que haya algo tan sencillo?”. Sí, es posible. Tienes oídos porque necesitas oír. Tienes una nariz porque necesitas respirar. Como necesitas poder ver, se te han facilitado unos ojos. Y como necesitas satisfacción – no deseas, sino necesitas – también se te ha proporcionado la sed de ella.
Encuentra esa sed. Ése es el primer capítulo: reconocer, comprender tu propia inocencia. Y no como un concepto, pensamiento, idea o porque alguien lo diga. La necesidad de plenitud está arraigada dentro de ti; no en tu lógica, sino en la inocencia del corazón. Es ahí donde la encontrarás, y es ahí donde debes empezar.
Si tenemos sed y nos ponemos a buscar agua, no nos distraeremos: “¿Has visto ese pájaro? ¿Has visto esa roca? ¡Mira esa estela en el cielo!”. No. Agua, agua, sólo agua. Es una necesidad, una pasión. La verdadera pasión de un ser humano es sentirse satisfecho. Y esa pasión ha sobrevivido a todos nuestros descubrimientos, conflictos, éxitos, fracasos, desastres, catástrofes… Por muy frágil que pueda parecer, ha sobrevivido.
Como los seres humanos están cada vez más ocupados en crear armas de destrucción, en ir a la Luna, en hacer mapas de la Tierra, en inventar cosas, en hacer descubrimientos, pensarás que eso se habría olvidado. Se han olvidado idiomas, han sido olvidadas costumbres que sobrevivieron durante miles de años. Pero, de algún modo, la búsqueda de sentirse plenamente satisfecho ha sobrevivido.
¿Por qué te digo esto? Porque se trata de una necesidad mayor de lo que crees. Es enorme. Y deberías intentar todos los días, de forma consciente, sentirte pleno, ser feliz. No hay botón de rebobinado. Cuando he vuelto al hogar, a este momento llamado “ahora”, siento que mi corazón danza de gratitud. Quizá haya algunas lágrimas, pero son de alegría, no de tristeza. Cada fibra de mi ser se regocija por estar viva. No voy buscando el mañana, ni siquiera el instante que está por venir. Y eso está bien, porque es un momento en el que podría vivir para siempre
Prem Rawat-Maharaji
“El mayor regalo no es el que nos queda por recibir sino el que ya se nos ha dado” (Maharaji)
Vivimos en un mundo, nos lo hemos ido creando de tal forma, que parece como si solo tuviéramos oídos para escuchar nuestros deseos y una vez escuchados, hacer todo lo posible por satisfacerlos. Una forma de vivir, un mundo, sustentado en una ignorancia supina, porque a la altura que nos encontramos, habiendo conseguido tantas cosas deseadas, sería hora de darnos cuenta de que la realización de esos distintos deseos no nos ha dado el resultado que esperábamos, cual es el de sentirnos satisfechos.
Y es entonces cuando llega alguien como Maharaji que nos dice: no…, mira…, ¿por qué por una vez no dejas de desear e intentas descubrir el regalo que ya se te ha dado? ¿El que verdaderamente va a satisfacer ese deseo, ese anhelo que tratas de conseguir de tan distintas formas? ¿Un regalo además que vas a poder compartir con todos los tuyos porque, te aseguro, a todos ellos va a agradar?
Y ahora sí, a partir de aquí, es cuando encuentra encaje esa frase tantas veces oída de que todos somos semejantes; que todos hemos sido diseñados sin ningún tipo de discriminación, porque ese regalo se nos ha dado a todos independientemente de cual sea nuestra fe, nuestras creencias. Fe y creencias que a su descubrimiento, se inclinan, se rinden, desaparecen ante la evidencia; todas las preguntas se desvanecen ante la gran respuesta.
Pues la noticia, la gran noticia sería, que para conseguir ese extraordinario regalo, no tenemos que ir a ningún centro comercial ni escribir a ningún rey sino, simplemente, mirar en nuestro interior
“En tu complicación, sufres porque te has apartado de lo más fundamental.” – Maharaji
La gente se pregunta: “¿Qué me pasará después de la muerte? ¿De dónde vengo?”. Se pregunta cómo va a ser el día de hoy, cómo será el de mañana. Y entre tanto preguntar e intentar entender, la elemental importancia de este aliento queda olvidada. Nos olvidamos de lo que significa estar vivo. Todo lo demás se hace prioritario. Todo lo demás cobra relevancia. “Tengo obligaciones. Tengo cosas que hacer, horarios que cumplir, citas a las que acudir. Hay gente que depende de mí.”
Has olvidado tu sencillez y te has vuelto complicado. Y en tu complicación, sufres porque te has apartado de lo más fundamental.
¿Has visto alguna vez un pez fuera del agua? ¿Sabes lo que intenta hacer? Trata de nadar para volver a ella cuanto antes. No sabe que alguien lo ha sacado del agua y que probablemente está a punto de matarlo, lo ignora. Lo único que sabe es que si mueve la cola de un lado a otro, tal vez, sólo tal vez, conseguirá regresar a su hogar; conseguirá regresar a ese elemento donde le es posible respirar. No necesitas discutir con él, ni venderle filosofía alguna. ¿Y qué tipo de existencia lleva un pez? Sin teléfonos ni computadoras, sin automóviles ni aviones. Tampoco hay televisores ahí abajo, no. No le interesa la televisión. No está interesado en políticas ni en la política; sólo en tener una oportunidad más, dar un coletazo y regresar al agua, porque el pez sabe que es allí donde tiene que estar para poder respirar.
Y fíjate en nosotros. Somos como un pez al que se le saca del agua y exclama: “¡Vaya, qué barco tan bonito!”. Alguien nos ha sacado del agua y sólo se nos ocurre decir: “¡Caramba, una red de importación!”. Y cuando ese alguien se dispone a cortarnos la cabeza, decimos admirados: “¡Mira ese cuchillo alemán de alta calidad! ¿No es increíble?”. Lo fundamental se ha desvanecido.
Para mí, la sencillez de este aliento no puede olvidarse; la simplicidad de todo lo que concierne al corazón no debe ser relegada. Si quiero satisfacción en mi vida, he de buscar la compañía que mi corazón desea, he de buscar el consejo del corazón. Tal vez si lo que quiero es progresar en mi trabajo, deba pedir consejo a mi mente; pero si deseo progresar como ser humano, entonces lo que necesito es el consejo de mi corazón. Éstos son los aspectos esenciales de nuestra existencia.
Prem Rawat-Maharaji