“Lo que tienes es la oportunidad del aliento que entra en ti: has de ser un oportunista.” Prem Rawat-Maharaji
Todo lo que ves en un desierto ha tenido que adaptarse para aprovechar cada una de las oportunidades que se le hayan presentado en su camino. Cada elemento vivo ¿con su esfuerzo, sin preguntas? se ha hecho un experto en el arte de la supervivencia, lo ha dominado.
Los seres que viven en zonas forestales pueden permitirse el lujo de contar con los cambios de estación. Es cierto que a veces llega una estación mala y ocasiona un desastre; pero, en general, pueden contar con lo que cada estación aporta. En el desierto, sin embargo, cada elemento llega a convertirse en un maestro de la supervivencia.
Tú te puedes plantear la vida de dos modos diferentes. Puedes decir: “Soy como ese gran bosque exuberante. Sé cuándo va a llover. Puedo estar seguro de que las estaciones cambiarán a su debido tiempo y de que me traerán lo que necesito. Todo va bien” O puedes elegir ver la realidad: que no puedes confiar en eso. Lo que tienes es cada día. Lo que tienes es la oportunidad del aliento que entra en ti, y has de ser un oportunista. Debes convertirte en un maestro de la supervivencia; aprovechar cada gota de lluvia que
encuentres en tu camino, cada oportunidad que se te dé.
La llegada de la lluvia es un acontecimiento muy simple. Con sus truenos, las nubes anuncian su presencia a todos aquellos que buscan agua. La tierra está reseca, y quienes han estado esperando las lluvias oyen ese estruendo, y saben lo que significa. Las nubes se acercan trayendo consigo esa agua simple, pura y simple.
Y según van avanzando, tronando, anunciando su presencia, van repartiendo este maravilloso regalo. Entonces, cuando comienza a llover, lo que está seco absorbe el agua, se empapa; aquello que ha estado esperando despierta. Sin filosofías. En el desierto hay semillas enterradas bajo la arena, esperando no importa cuánto tiempo. Esperan y esperan. Y, cuando la lluvia llega, despiertan. Brotan y ahí están. Un milagro, una transformación. ¿Por qué?
Esa semilla sobrevive por una razón: se ha adaptado para sacar el máximo partido de la oportunidad que se le presenta, eso es todo. Llueve y la semilla dice: “Allá voy”; y no: “Bueno, todavía estamos en septiembre; si espero hasta octubre, lloverá más” . Eso es lo que haríamos nosotros, pero no la semilla; no se lo puede permitir. Su supervivencia depende de aceptar y aprovechar al máximo esa oportunidad. La semilla reconoce esa oportunidad, la comprende y se beneficia de ella. ¿Lo hacemos así nosotros?