En tu interior

Prem Rawat-Maharaji me ayudó a encontrar en mi interior, lo que siempre estaba buscando en el exterior

El hombre que nació dos veces. Y Capítulo 3

Archivado en: Personales — Julio a las 9:51 pm el Domingo, Febrero 26, 2006

Y volví a la oficina.

El mismo escenario, los mismos espectadores, los mismos actores, entre los que me encontraba. Todo aparentemente igual, pero con una diferencia substancial y era que uno de esos actores, Julio, regresaba con el papel a interpretar bien aprendido. Ahora sabía de qué iba aquella representación. Había entendido el juego de la Vida y en ese entendimiento, aceptado el papel que le tocaba representar. Entendido que cada uno tiene su papel, que no todos pueden ser primeros actores, pero que todos son necesarios. Y en esa aceptación, había encontrado su satisfacción, su superación, su naturalidad, su libertad.

Esa libertad recién estrenada, libre de los miedos que antes me agarrotaban y anulaban, me impulsó a interpretar papeles que nunca antes pude imaginar, aunque si soñar. ¡Qué gran ayuda la de ese Apuntador interior, siempre dispuesto a echar una mano en cualquier momento de la representación que lo requiriera!

Seguía torpe en mis movimientos, pero esa torpeza ya no suponía para mí ningún tipo de sufrimiento, porque al haberse desprendido de mis ojos la venda de la ignorancia, me permitía contemplar una perspectiva, de la que había desaparecido cualquier atisbo de tragedia o sufrimiento.

Y le cogí gusto a la representación y me atreví a entrar en la de un género hasta entonces vedado para mí, pero en la que siempre había deseado participar: la representación de las relaciones interpersonales. Mi mirada, ayer vacilante, hoy decidida, impulsada por la Libertad, se atrevió a posarse aquí y allá y enseguida encontró a la que iba a ser mi compañera de reparto. Sobre aquel escenario que me había sido negado hasta entonces, para representar el más insignificante papel secundario, iba a escenificar durante bastante tiempo, una obra de la que iba a ser primerísimo actor.

Y se crearon otros escenarios, porque había muchas obras distintas que interpretar. Y se puso especial cuidado en la decoración de uno, pensado para recibir a una serie de actores, partícipes de una representación largamente esperada. Y a él fueron llegando pequeños personajes, primero uno, luego otro, luego dos más, suponiendo la llegada de cada uno de ellos, un enriquecimiento de la obra.

Nunca se les enseñó a estos pequeños actores a interpretar papel alguno. Siempre fueron el más claro exponente de la interpretación de la libertad, sin duda porque fueron concebidos con el patrocinio de la misma. Nunca hubo actores más libres ni libertad mejor interpretada.

Nunca pensé ni soñé representaciones futuras con ellos, tal era el disfrute de la obra que se estaba desarrollando en ese momento; en el Aquí y Ahora que se estaba representando, no tenían cabida los sueños.

Nunca hubo representación de una obra, en la que las palabras, Gracias, Te quiero, Amor, fueran tantas veces repetidas.

¡Cuántas horas de monólogos y silencios con ellos en brazos! ¡Qué comunicación en el silencio!.¡Cuántas canciones susurradas al oído! ¡Qué intercambio de vibraciones! ¡Qué estar en el Presente!

Y a medida que esos pequeños actores iban creciendo, iba cambiando lo anecdótico de la obra, pero no su fundamento, que era el de disfrutar de la misma; habían entendido que para eso eran requeridos a ese escenario. ¡Qué sensación poderles expresar, ahora ya con palabras, de qué iba aquella representación!

Y como en todos los escenarios de este tipo, se presentaron en distintos momentos, situaciones conflictivas, pero ahí aparecía el Apuntador, siempre atento, para con una palabra, encauzar el argumento de la obra y hacerla recobrar su carácter festivo, sin permitir jamás un final con un cielo nublado.

Fiesta, fiesta , fiesta, todos los días festivo; ¿es posible?. Si es posible

Sería injusto si no hiciera mención de la persona, que entre bastidores, contribuyó también al final feliz de todas estas representaciones.

***

Después de lo que os he relatado, ¿podéis entender el que de mi surja un sentimiento de profundo agradecimiento a la persona que ha hecho posible todo esto? ¿Puedo ahogar el impulso de pregonarlo a los cuatro vientos, más, cuando la representación sigue teniendo lugar con el mismo aire festivo?. Cuando he experimentado a lo largo de mi vida, como una de la mayores satisfacciones, el compartir algo con lo demás, ¿en nombre de qué o quien callaría? ¿Del qué dirán, de la vergüenza de otros, del miedo?. En todo caso, allá los otros con sus Muros del miedo como ha escrito alguien.

Si por la palabra de un amigo supe yo de esto, ¿puedo abortar conscientemente la posibilidad de que a través de la mía, pueda tener otra gente el mismo conocimiento?

Por otra parte, si los que pensamos que tenemos algo que decir, callamos, ¿qué se oirá en este mundo, solo ruido?

Gracias a los que habéis aguantado hasta aquí leyéndome.

Un abrazo

Reflexión

Archivado en: Reflexiones — Julio a las 10:55 am el Viernes, Febrero 24, 2006

¡Qué libres nacemos!
¿Morimos tan libres?
¿O morimos esclavos?

El hombre que nació dos veces. Capítulo 2

Archivado en: Personales — Julio a las 7:46 pm el Martes, Febrero 21, 2006

“Julio, ¿que darías tú por ver en persona a un discípulo de Jesucristo?”

No me negaréis que la propuesta no era extravagante, o al menos fantástica. Luego explicó que su hijo, había conocido recientemente a un personaje y que a raíz de ese encuentro, se había producido en él un gran cambio. Completó la información diciendo que un discípulo aventajado del tal personaje iba a dar, esa misma tarde, una conferencia en un Colegio Mayor de la ciudad.

Y aquí podría venir la gran pregunta, la madre de todas las preguntas:.¿Qué fue lo que hizo que a la hora anunciada me presentara yo en ese lugar?: ¿el Destino, la casualidad?…Sea lo que fuere, siempre estaré en deuda con el/ella, pues esa decisión haría cambiar radicalmente el rumbo de mi vida.

Tomé asiento en la sala en la que a mi llegada ya había unas cuentas personas; todas jóvenes, veinteañeras, hipies. Yo era, al menos en el vestir, una persona más bien clásica, el típico oficinista de corbata y chaqueta. Pues bien, tampoco aquel ambiente, no habitual para mí, supuso ningún rechazo por mi parte. Al poco, uno de aquellos jóvenes, que resultó ser el hijo de mi amigo, sentándose en el suelo de cara a los demás, empezó a hablar de su experiencia, de lo que había supuesto para él recibir, de manos de Prem Rawat, lo que ellos llamaban el Conocimiento; me cautivó. Aquella sinceridad con la que se expresaba, aquel hablar de corazón a corazón, aquella espontaneidad, ejercieron sobre mí una atracción irresistible.

Al poco se armó un pequeño revuelo por la irrupción en la sala de un grupo de jóvenes, acompañando a un personaje, alto, delgado, con la cabeza rapada y cubierto con una túnica color azafrán. Tampoco su llegada motivó en mi ninguna muestra de estupor o asombro; vamos, como si estuviera acostumbrado a verlo todos los días. Y empezó a hablar, en un inglés muy básico, de la mente, de nuestro interior, de la paz, de la felicidad, de la armonía, de nuestra ignorancia de ser poseedores del mayor tesoro que pudiéramos imaginar; de la finalidad de nuestra estancia en esta tierra….Por la forma en que lo comprendí y acepté, ¡cuanto tiempo habría estado esperando yo aquellas palabras!: ¡ESTO ES!, ¡ ESTO ES!, ¡ ESTO ES!, me repetía una y otra vez. El milagro ya se había producido. A partir de ese momento, iba a nacer un Julio distinto, lo presentía.

Los acontecimientos se fueron precipitando sin solución de continuidad, Al día siguiente volví a escucharlo en otra sala; pedí permiso sin sueldo y me fui detrás de él a Sevilla, Madrid… De vez en cuando, en estas charlas, el preguntaba a los asistentes si querían recibir las técnicas del Conocimiento y si entendía, que la persona que contestaba afirmativamente no estaba preparada todavía para recibirlas, el le aconsejaba que siguiera escuchando. Así me ocurrió a mí y yo le contesté: no me importa esperar, ya soy feliz.

Al poco fui a Londres donde finalmente recibí las técnicas y donde conocí a Prem Rawat entonces un niño de unos 15 años.

Volví “volao” en el viaje de regreso a Zaragoza: No me importaba siquiera que se estrellara el avión: ya no me importaba nada. Tenía la sensación de haber alcanzado en este mundo, aquello para lo que había venido a él.

Lo primero que deseas al regreso es comunicar a tus allegados, a tu familia, aquel descubrimiento, en la ingenuidad de que ellos lo van a entender como tu lo has entendido; nada más lejos de la realidad. Sobre esto, el personaje de la túnica azafrán, un santón indio, que por lo visto se había leído más de una Escritura, nos había relatado que en una de ellas, con motivo de la venida de un Maestro, se decía lo siguiente: No he venido a traer la paz sino la guerra. He venido a separar al hijo del padre, a la hija de la madre y a la nuera de la suegra. O algo así. En mi caso, no hubo ningún tipo de separación, pero sí una incomprensión total.

Mi deseo era comunicar, comunicar y comunicar; dedicarme en cuerpo y alma a esa labor. Para ello, abandoné la oficina tomando una excedencia y me fui a vivir a una comuna con quince o veinte jóvenes, de ambos sexos, grupo en el que yo era el de mayor edad. Para entonces, gentes de mi edad habían tomado también el Conocimiento.

Era tan grande aquella fuerza interior, que no había obstáculo que se resistiera a mi dedicación: dormir en el suelo; hacerme vegetariano, trabajar en empleos humildes…. En esta época conseguí uno de mis grandes logros, cual fue el dejar de fumar.

Al cabo de unos seis meses en este ambiente de convivencia y ya con los ánimos más reposados, me planteé volver a la oficina, pues entendía que desde ella, podía desarrollar la misma labor de difusión que estaba desarrollando hasta entonces.

Pero esto os lo contaré en el próximo y último capítulo

P.D.
¡Ah!, tal vez os preguntéis el por qué de la alusión a Jesucristo de mi amigo. Seguramente nació de la propensión que tenemos los humanos a etiquetar todo, a identificarlo; si no nos etiquetamos, no somos nadie. Se hablaba del Maestro, con mayúscula y anteriormente había habido otros Maestros. Y a veces ocurre que para hacer valer lo nuestro, hay que compararlo con algo conocido. Bueno, pues tal vez a esto, se debió la comparación que hizo con Jesucristo.

Confidencia

Archivado en: Personales — Julio a las 10:14 pm el Sábado, Febrero 18, 2006

Aprovechando que mi mujer no lee mis post, voy a haceros una pequeña confidencia.

Resulta que, en parte porque me gusta y en parte porque a ciertas edades te recomienda el médico que lo hagas, me doy mis buenos paseos por la ciudad. Y he comprobado que en el transcurso de los mismos, mi mirada se cruza con relativa frecuencia con otras miradas. Hasta aquí nada de particular si no fuera, porque ese cruce de miradas, me produce en ocasiones cierta satisfacción; una sensación agradable.

Me he puesto a pensar el por qué de esa sensación y he llegado a la conclusión de que tal vez se deba a que al ser la mirada una de las formas más directas de manifestación de la Vida, con ese cruce intentas, de alguna forma, captar, robar una porción minúscula de la misma.

Con esta justificación me había quedado, cuando siguiendo con el análisis del fenómeno, me he hecho la siguiente pregunta: bueno, si esto es así, ¿Por qué mi mirada se cruza solamente con miradas de mujer?

El hombre que nació dos veces. Capítulo 1

Archivado en: Personales — Julio a las 10:18 am el Jueves, Febrero 16, 2006

Quiero mostrar mi agradecimiento a la Vida por haberme permitido participar en este juego maravilloso de nacer y renacer.

***

Yo no se la influencia que puedan tener los genes de nuestros progenitores, en nuestra conformación física y del carácter; puede que tengan una influencia absoluta. En lo que ya tengo más dudas es que esa conformación, sobre todo en lo que al carácter se refiere, sea inmodificable, pues en este caso, poco tendríamos que hacer: seremos lo que nuestros genes tengan determinado que seamos y punto. O por el contrario, puede haber una fuerza, un potencial en nosotros, que una vez descubierto, sea capaz de modificar aquello que parecía inmodificable y dar un sentido totalmente distinto a nuestra vida, en la que, ahora si, nos sentiríamos más actores y menos convidados de piedra

***

“Conesica, que a las chicas no les gustan los chicos tan serios”, me soltó aquel hombre.

Yo tendría entonces 12 ó 13 años y a esa edad, solo estaba por jugar. Aquel hombre era conocido por el Maestro. El permanecía muchas veces, sentado sobre unas piedras, contemplándonos mientras jugábamos al fútbol. Mucho más tarde comprendí lo perspicaz de su comentario y también el calvario por el que había pasado, desterrado de su lugar de arraigo, teniendo que renunciar a su profesión. Era maestro en la zona republicana, bando perdedor, proscrito por tanto, y para ganarse la vida, tuvo que emigrar a la zona minera que era donde yo vivía. Seguro que no había pasado nunca por su cabeza dar aquel futuro a sus hijos.

Sí, por lo visto era serio, pero en aquel entonces, niño todavía, este carácter no me causaba demasiados problemas.

Sobre esa edad, mis padres (benditos padres) y con el fin de darnos unos estudios a mí y a mis otros tres herman@s, decidieron dejar el pueblo y marchar a la ciudad. Estudié el bachillerato en un colegio de frailes, que no dejó especial huella en mí y completé mis estudios con un título de grado medio.

Durante todo ese tiempo del Colegio y de la Universidad, aquella seriedad apuntada por el Maestro, fue conformando un carácter en exceso reservado, a la vez que alimentaba la fabricación de una serie de complejos y limitaciones, que se traducían, a su vez, en una falta de relaciones de amistad con personas de uno y otro sexo.

Como podía, iba capeando las distintas situaciones de relaciones sociales que se van planteando en la vida de cualquiera de nosotros, pero hasta entonces y al no verme obligado a convivir en un ambiente determinado, la situación no era excesivamente insufrible para mí.

Entré en la vida laboral, y ahí sí; ahí ya hubo una confrontación permanente de mi carácter con el de los distintos compañeros y compañeras. Aquéllos complejos tan largamente elaborados, tenían ahora un escenario ineludible y unos espectadores esperando su representación. Yo, acostumbrado, como mucho, a representaciones en solitario, no podía con éstas en público; me ahogaba. Y eso que tenía una moral enorme y todos los días los empezaba con la sensación de que aquel iba a ser distinto, pero no. Todos los días, y a medida que estos avanzaban, me iba creando un ambiente más hostil, un ambiente insoportable.

Fuera de la oficina, la cosa era algo distinta; solo, me sentía más libre, me desenvolvía mejor pero sin pasarme, no os vayáis a imaginar.

Hoy, no sé cómo fui capaz de soportar aquella situación durante tan largo tiempo, pues duró hasta alcanzar la edad de 32 años; demasiados días en esos largos años. Tiempo muy apropiado, por otra parte, para soñar, entre otros, proyectos en pareja que por mi carácter, me estaban siendo negados

Os podéis imaginar algunas de las crisis por las que se puede pasar estando en esa situación. Las intentaba combatir de distintas formas, incluso acercándome a la Iglesia, aunque no era muy creyente. Por momentos me rebelaba: “¡Señor, qué felices parecen!”, y maldecía a aquel Dios en quien me habían enseñado a creer.

Y un buen día, en una tertulia de amigos aficionados a la numismática que teníamos después de comer, uno de ellos me soltó el siguiente comentario:

“Julio, ¿que darías tú por ver en persona a un discípulo de Jesucristo?”

continuará

Inconsciencia

Archivado en: Personales — Julio a las 8:43 am el Martes, Febrero 14, 2006

Un niño cuando está contento, exultante, muestra su contento sin importarle el escenario en que lo hace. El no sabe de dolores ajenos, ni de situaciones especiales por las que puedan estar pasando o hayan pasado recientemente algunos de sus potenciales espectadores. No se si será debido a la naturaleza del propio niño, o será la naturaleza del propio contento, puesta de manifiesto sin el filtro de ningún prejuicio mental.

Yo, desde este rincón que representa el blog, aun no siendo niño, muestro en repetidas ocasiones mi contento, o pudiera ser, que, el contento se manifestara a través de mis escritos. En este caso, además, esa representación se está desarrollando ante un público desconocido. Y pudiera suceder que esas expresiones de júbilo, no fueran lo más adecuado manifestarlas delante de quien ha podido pasar por situaciones más o menos dolorosas.

Nada más lejos de mi ánimo molestar a nadie, pero es la naturaleza del contento, contra la que nada se puede hacer; salvo que la convirtiéramos en otra cosa. Su naturaleza pide manifestarse e imponerse a la inexistente naturaleza del descontento.

Y a esa manifestación incontrolable, le añado otro compañero de viaje, este sí consciente, cual es el deseo de manifestar y comunicar, que si yo lo he conseguido, otros lo pueden conseguir igualmente, sea siguiendo el mismo procedimiento o cualquier otro existente.

Si no me diera vergüenza podría despedirme con un:

“OS QUIERO A TODO/AS”

¿Nunca segundas partes fueron buenas?

Archivado en: Desclasificados — Julio a las 9:11 pm el Domingo, Febrero 12, 2006

Pues ésta si lo ha sido; ha sido extraordinaria.

¿Os acordáis hace unos días que escribí acerca de las expectativas frustradas?. Bueno pues hoy, en la segunda proyección del ciclo de conferencias de Prem Rawat que teníamos programadas aquí en Zaragoza, la afluencia de público ha sido mayor de la esperada, hasta el punto de tenernos que quedar algunos fuera de la sala. Además, para mí, ha sido un público de calidad, pues entre él se encontraban mis dos hermanas, que repetían asistencia. Era, como también comentaba en ese post al que hago referencia, un asunto que tenía pendiente y que ahora por fin he resuelto.

Así que si el otro día “lloré” un poco, hoy me toca reír, por lo menos hasta mañana que habrá que empezar a pensar en nuevas empresas.

Un abrazo a tod@s

El miedo

Archivado en: Desclasificados — Julio a las 3:59 pm el Viernes, Febrero 10, 2006

A aquella persona, personita al principio, le habían enseñado a convivir con el miedo desde siempre: no hagas esto, no hagas aquello, mira que si por aquí, mira que si por allá. Tenía tan arraigadas aquellas normas de conducta, que siempre actuaba al dictado de ellas. En cuanto alguien le hablaba o escribía en unos términos desconocidos para ella, consultaba a su manual para ver si aquello era correcto aceptarlo o siquiera escucharlo.

¿Se sentía en paz actuando así?: Desde el punto de vista de su conciencia, sí. Sus padres, con el mayor de los cariños, le habían inculcado esos principios y ella, queriéndolos como los quería, procuraba darles satisfacción. Desconocía que aquella conciencia, su conciencia, había sido conformada a su vez por otras conciencias formadas a partir de no se sabe qué.

¿Se sentía libre?: En absoluto; muchas veces tenía la sensación de que aquel mundo que le habían fabricado y que se estaba fabricando a su alrededor, se le quedaba pequeño; le ahogaba.

No podía ser de otra forma, porque aquella semilla de “comportamiento correcto” que un día le implantaron y que luego ella se cuidó de cultivar, estaba actuando como una mala hierba, impidiendo el desarrollo de la semilla de Libertad con la que había nacido y de la que nadie nunca se ocupó. Por eso, esos sentimientos de ahogo; esa semilla de Libertad que estando en su interior, pugna por salir; porque es su naturaleza.

¡Ojala! que un día, esas llamadas sean escuchadas y la Libertad y la persona caminen juntas el resto de su vida

Reflexión

Archivado en: Reflexiones — Julio a las 7:17 pm el Miércoles, Febrero 8, 2006

Aumenta Señor, mi capacidad de amar. De amar, con ese Amor que no hay que proponerse darlo, sino que fluye naturalmente. Con ese Amor, que ama él y no es uno el que ama; y así, amando de esta forma, me sienta amado.

Falsas expectativas

Archivado en: Desclasificados — Julio a las 10:58 pm el Sábado, Febrero 4, 2006

Escribo este post recien producido el hecho que ha dado lugar al mismo

No se si os he hablado alguna vez de Maharaji, creo que sí. Tal como describo en la portada del blog, alguien, hace ya bastantes años, me habló de él y a partir de ese momento mi vida cambió totalmente.

Desde entonces surgío en mi la necesidad, no impuesta, sino libre, de que al igual que hicieron conmigo, hacer llegar su “mensaje” a otras gentes, por la posibilidad de que en algun@ de ellas surtiera el mismo efecto que en mi.

En esa dinámica estaba, pero tenía una asignatura pendiente, tal vez por el que dirán, o influenciado negativamente por alguien y es que a aquellos más próximos a mí, mis prójimos, no les había hablado nunca del tema. Estos prójimos a los que me refiero serían mis hermanas y mis vecinos; hasta que hace unos dias….

Aquí en Zaragoza, como en otras ciudades de las que podéis saber si pinchais en Maharaji 2, organizamos periódicamente eventos consistentes en la proyección de videos sobre conferencias que ha dado Maharaji en distintos foros: universidades de Salamanca, Oxford, Parlamento de Roma, sede Naciones Unidas en Bangkok, Forum Barcelona, etc. Así que programamos una proyección en un Centro Civico próximo, e invité dejándoles en el buzón una tarjeta personal, a los 112 vecinos que conformamos la Urbanización. Aparte realizamos otro tipo de promoción.

Y aquí viene mi reflexión o reproche de que: ¡como puede pasarme esto a mí!. pues resulta que yo que hablo constantemente de no a las ilusiones, que hay que vivir en la realidad, me había creado unas expectativas de asistencia, que luego no se han visto cumplidas ni de lejos; humanos que somos.

Enseguida he encontrado el consuelo diciéndome que en mi mano está el hacer llegar a la gente la posibilidad de escucharle, pero el que vayan o no, ya no está a mi alcance; no depende de mí. Lo que nunca me hubiera perdonado es que, por aquello del qué dirán, o por cualquier otra consideración, no hubiera dado el paso que he dado.

Así que aquí me tenés otra vez, fresco, buscando algún prójimo a quien invitar al próximo evento

Un abrazo a todo@s, ¡ah! y quedáis invitad@s

Reflexión

Archivado en: Reflexiones — Julio a las 8:31 am el Sábado, Febrero 4, 2006

Siento como si fuera un barquito de papel en medio del océano. Y precisamente por tener esa consciencia, presiento de que nunca voy a hundirme