El hombre que nació dos veces. Y Capítulo 3
Y volví a la oficina.
El mismo escenario, los mismos espectadores, los mismos actores, entre los que me encontraba. Todo aparentemente igual, pero con una diferencia substancial y era que uno de esos actores, Julio, regresaba con el papel a interpretar bien aprendido. Ahora sabía de qué iba aquella representación. Había entendido el juego de la Vida y en ese entendimiento, aceptado el papel que le tocaba representar. Entendido que cada uno tiene su papel, que no todos pueden ser primeros actores, pero que todos son necesarios. Y en esa aceptación, había encontrado su satisfacción, su superación, su naturalidad, su libertad.
Esa libertad recién estrenada, libre de los miedos que antes me agarrotaban y anulaban, me impulsó a interpretar papeles que nunca antes pude imaginar, aunque si soñar. ¡Qué gran ayuda la de ese Apuntador interior, siempre dispuesto a echar una mano en cualquier momento de la representación que lo requiriera!
Seguía torpe en mis movimientos, pero esa torpeza ya no suponía para mí ningún tipo de sufrimiento, porque al haberse desprendido de mis ojos la venda de la ignorancia, me permitía contemplar una perspectiva, de la que había desaparecido cualquier atisbo de tragedia o sufrimiento.
Y le cogí gusto a la representación y me atreví a entrar en la de un género hasta entonces vedado para mí, pero en la que siempre había deseado participar: la representación de las relaciones interpersonales. Mi mirada, ayer vacilante, hoy decidida, impulsada por la Libertad, se atrevió a posarse aquí y allá y enseguida encontró a la que iba a ser mi compañera de reparto. Sobre aquel escenario que me había sido negado hasta entonces, para representar el más insignificante papel secundario, iba a escenificar durante bastante tiempo, una obra de la que iba a ser primerísimo actor.
Y se crearon otros escenarios, porque había muchas obras distintas que interpretar. Y se puso especial cuidado en la decoración de uno, pensado para recibir a una serie de actores, partícipes de una representación largamente esperada. Y a él fueron llegando pequeños personajes, primero uno, luego otro, luego dos más, suponiendo la llegada de cada uno de ellos, un enriquecimiento de la obra.
Nunca se les enseñó a estos pequeños actores a interpretar papel alguno. Siempre fueron el más claro exponente de la interpretación de la libertad, sin duda porque fueron concebidos con el patrocinio de la misma. Nunca hubo actores más libres ni libertad mejor interpretada.
Nunca pensé ni soñé representaciones futuras con ellos, tal era el disfrute de la obra que se estaba desarrollando en ese momento; en el Aquí y Ahora que se estaba representando, no tenían cabida los sueños.
Nunca hubo representación de una obra, en la que las palabras, Gracias, Te quiero, Amor, fueran tantas veces repetidas.
¡Cuántas horas de monólogos y silencios con ellos en brazos! ¡Qué comunicación en el silencio!.¡Cuántas canciones susurradas al oído! ¡Qué intercambio de vibraciones! ¡Qué estar en el Presente!
Y a medida que esos pequeños actores iban creciendo, iba cambiando lo anecdótico de la obra, pero no su fundamento, que era el de disfrutar de la misma; habían entendido que para eso eran requeridos a ese escenario. ¡Qué sensación poderles expresar, ahora ya con palabras, de qué iba aquella representación!
Y como en todos los escenarios de este tipo, se presentaron en distintos momentos, situaciones conflictivas, pero ahí aparecía el Apuntador, siempre atento, para con una palabra, encauzar el argumento de la obra y hacerla recobrar su carácter festivo, sin permitir jamás un final con un cielo nublado.
Fiesta, fiesta , fiesta, todos los días festivo; ¿es posible?. Si es posible
Sería injusto si no hiciera mención de la persona, que entre bastidores, contribuyó también al final feliz de todas estas representaciones.
***
Después de lo que os he relatado, ¿podéis entender el que de mi surja un sentimiento de profundo agradecimiento a la persona que ha hecho posible todo esto? ¿Puedo ahogar el impulso de pregonarlo a los cuatro vientos, más, cuando la representación sigue teniendo lugar con el mismo aire festivo?. Cuando he experimentado a lo largo de mi vida, como una de la mayores satisfacciones, el compartir algo con lo demás, ¿en nombre de qué o quien callaría? ¿Del qué dirán, de la vergüenza de otros, del miedo?. En todo caso, allá los otros con sus Muros del miedo como ha escrito alguien.
Si por la palabra de un amigo supe yo de esto, ¿puedo abortar conscientemente la posibilidad de que a través de la mía, pueda tener otra gente el mismo conocimiento?
Por otra parte, si los que pensamos que tenemos algo que decir, callamos, ¿qué se oirá en este mundo, solo ruido?
Gracias a los que habéis aguantado hasta aquí leyéndome.
Un abrazo