Regresar a casa
Al ser humano se le ha concedido el don de la esperanza, algo que todos necesitamos. En nuestra vida ocurren cosas buenas y malas; cosas que nos gustan y cosas que no. Cuando sucede algo que no nos gusta, nos quedamos destrozados, se nos parte el corazón, y nos parece que no hay esperanza. Ocurra lo que ocurra, no podemos perder la esperanza. Y el fabricante de esperanza es el corazón.
Somos un popurrí de muchas cosas. Hay mucho miedo y desconocimiento, pero hay también un impulso increíble que nos anima: sigue adelante. Incluso cuando tenemos miedo, nos dice: sigue adelante, da otro paso. En momentos de depresión nos dice: sonríe. En las situaciones desesperadas, cuando las cosas no van nada bien, nos alienta: ríete un poco.
Es un impulso muy fuerte, el impulso que nos mantiene cuerdos; sin él, nos desmoronaríamos. Cuando impera el caos en nuestra vida, este impulso nos pide paz; cuando sentimos desconfianza, nos dice que confiemos; cuando estamos sumidos en el dolor, nos da un rayito de esperanza, de alivio.
La esperanza es un don, porque nos apremia a calmar nuestra sed, a hallar satisfacción cada día. Nos permite avanzar, de modo que nuestro corazón pueda buscar la dicha. La esperanza hace que todo cobre vida, y yace en una pequeña semilla que está esperando florecer.
La esperanza es una vela encendida, un sol, una hermosa luz dorada. Si no fuera porque confiamos en que mañana volverá a amanecer, nos sería muy difícil despedirnos del sol cada noche. Pero sí, mañana saldrá, y espero que estemos aquí para verlo.
Siempre hay esperanza. Debemos aferrarnos a ella y caminar, dar los pasos necesarios y ver lo que el viaje de la vida quiera mostrarnos. A fin de cuentas, estamos de visita, y hay muchísimas cosas para ver. Podemos llegar a comprender que la paz y la alegría son, en realidad, la norma. Podemos volver a casa. Somos vulnerables, pero también fuertes. No es que el primer viento que sople pueda derribarnos; nuestra fortaleza es enorme.
En nuestro interior, hay una sabiduría inmensa y un amor sin igual. No solo hay esperanza, sino también una realidad maravillosa. Hay un río de dicha en el que podemos nadar, un río de bondad y de gracia.
Eso es lo que somos. No tenemos más que abrir la puerta, entrar y disfrutar, recordando siempre que no debemos perder la esperanza.
Prem Rawat-Maharaji