ALGO MAGICO
Estábamos mi hijo menor y yo charlando de cosas sin importancia cuando de repente me suelta: papá, me siento fatal, me siento vacio y muy solo; ayer estuvimos mis amigos y yo hablando de la vida, de la muerte, del presente, del futuro y desde entonces me siento fatal siento un vacio en mi pecho y me falta el aire.
Sentí en su cara la expresión de pánico, de miedo. Sus ojos llenos de lágrimas y una súplica sin palabras de por favor ayúdame. Un sentimiento de alarma y urgencia recorrió mi cuerpo y también una alegría inmensa de su confianza puesta en mí. Mi respuesta sin pensar fué : vas a escuchar todo lo que te diga? el me respondió que si. Yo no sentía ninguna responsabilidad pues le iba a hablar desde mi corazón, así que le conté toda mi vida, la que él no sabía y la que sucede en mi interior y que él no puede ver. Empecé así: te has dado cuenta del milagro de estar en este planeta, suspendido en el aire, de nacer como ser humano, con el milagro de la respiración, el regalo de estar vivo? Aprecia este regalo, tienes que darte cuenta que has venido solo a este mundo, que estas solo y que te irás solo. Ojala te lleves el corazón bien cargado de felicidad y amor por tu paso por la tierra.
Yo en mi adolescencia me sentía solo y me puse a buscar en lo que todo el mundo te dice que ahí encontraras alegría, estaba muy acompañado con amigos ,la música, el éxito juvenil, los primeros años en la universidad pero me sentía solo y vacio; de ahí mi búsqueda por otros caminos. Hasta que encontré a mi maestro que me decía que lo que andaba buscando estaba dentro mío. Me fui a Copenhague, iba a haber un evento de tres días con él, mas de 8000 personas acudimos, él entonces tenía 16 años y le reconocí como mi guía, y recibí de él, el conocimiento interior de mí mismo del que hablan todos los libros espirituales. Le dije : esto te sonará a chino, es difícil de poner en palabras pero así ha sido, descubrir el mundo interior, desde entonces no me siento solo, es más me siento pleno.
Mi hijo me miraba y riéndose me decía: tu eres diferente a los padres de mis amigos, de barriga cervecera, sillón, televisión y aburrimiento. El conoce mis viajes por el mundo de búsqueda y encuentros, mi pasión por la música, mi compromiso de ser feliz, le encantan mis amigos que están en lo mismo, y le gusta como soy. Le conté cuando a su edad, a pesar de tener de todo, sentía ese vacío existencial y una frase venia a mi cabeza: tiene que haber algo mas, tiene que haber algo mas……… así que le dije: no olvides pase lo que pase que hay algo más que lo que nos han contado, algo más que lo que ves con estos ojos. Aparte del mundo exterior hay un mundo interior maravilloso y real; el amor siempre va contigo, la alegría, el entendimiento, el saber, lo encontrarás dentro.
Y entonces le conté cuando volví de Copenhague, que mis padres preocupados y temerosos de que una secta me hubiera engañado, me pidieron que hablara con un vicario del Papa en el Vaticano que era amigo de la familia y que estaba de vacaciones en Labastida, nuestro lugar de veraneo, donde yo nací. Accedí a hablar con él y le puse una condición, que todo lo que él me hablara fuera su experiencia, no lo que había leído y estudiado en teología y yo le hablaría de mi experiencia. El no pudo hablarme de nada porque no había experimentado nada salvo renunciación, oraciones, buenas acciones y propósitos. Yo le conté del ser divino en mi corazón, del mundo interior, del amor con mayúsculas dentro mío, del cielo en la tierra mientras vives, de estar realmente acompañado por el mejor amigo que existe. Me miraba, le iba cambiando la cara, estaba fascinado de que un veinteañero le hablara como yo lo hacía sin miedos ni prejuicios. Era la diferencia entre saber y creer. Le pregunté que sentía cuando cerraba los ojos y rezaba, me dijo que nada, le conté lo que yo sentía cuando cerraba mis ojos, la presencia y compañía de la belleza, de lo divino dentro mío; a él se le iluminaba la cara y los ojos y me decía que yo le recordaba a San Francisco. Yo sin decir nada entendía que lo que él estaba viendo en mi era la esencia de todos los buscadores que han encontrado el tesoro interior. Estuvimos hablando unas dos horas y el siguió con su teología (vaya locura intentar entender con la mente la divinidad)y yo seguí mi camino hasta hoy, con muchas dificultades, incomprensión, falta de aceptación, y la tendencia del mundo de alejarte de ti mismo y distraerte de lo que más te interesa.
Mi hijo en este punto estaba más animado, le miraba a los ojos que me decían: no te preocupes, todo está bien. Le expliqué mi visión de la música; hay una película china ’together’, en la que el maestro de violín les pregunta a los alumnos cual es el misterio de la música y él les dice: Expresar gratitud. Y yo le cuento todo sobre mi música y las letras de mi disco; él se queda con la boca abierta; mis letras hablan metafóricamente de volver a casa, al corazón y en los créditos del disco dicen: este disco es una expresión de gratitud; y así quiero que sea mi vida con todo lo que se me ha dado y se me sigue dando. Le decía la poca importancia que tiene todo cuando uno ha conocido lo importante- Se lo puse muy claro, ni mi trabajo, ni el dinero, ni la música, ni mi familia, ni ellos mis hijos, estaban los primeros de la lista en importancia. Le expliqué que lo realmente importante es encontrarse a uno mismo y cuando esto ocurre todo se coloca en su sitio y tiene la importancia debida. Le hablé del verdadero éxito que es sentirse completo, no la fama ni la riqueza. En fin, la conversación duró más de dos horas, terminamos por la calle como si solo estuviéramos los dos, abrazándome cada dos por tres, yo derretido de amor del bueno, sabiendo que como tantas veces algo mágico había ocurrido. Al día siguiente estuvimos toda la mañana juntos, por la calle hablábamos desinhibidos, riéndonos, sintiéndonos muy unidos. Le dije: no sabes la suerte que es que te hayas expresado y pedido ayuda, lo malo que es tragarse todo, no expresarse.Has venido a este mundo a ser feliz, por fuera y por dentro. Piensa en esta frase. Bailas porque eres feliz o bailas para ser feliz? Hay una enorme diferencia.
Carta de Enrique Lázaro a su hijo menor