Caballos salvajes
Prem Rawat, también conocido por Maharaji, viaja por todo el mundo dando conferencias sobre lo que él llama el Conocimiento. Esto es un extracto de una de ellas:
Imagínate un caballo en un caluroso día de verano. Va tirando de
un carro cargado de gente, echando espuma por la boca,
mientras el dueño le golpea con una pequeña fusta: “Arre, arre, arre” .
Estoy seguro de que cuando ese caballo vuelve a su establo, una
vez que el dueño lo desengancha del carro y lo lava con la
manguera, le da algo de comer y lo acaricia un poco, el caballo se
siente bien. “Ah, no está tan mal. Ahora puedo descansar, me
puedo relajar.”
Ahora imagina otro caballo con una carga de ladrillos a cada
lado, lleno de cicatrices, agobiado por el peso. El dueño le va
arreando con su propia mano para que siga andando. Seguro que
cuando llega a su cuadra, le liberan de su carga y le dan agua y
hierba recién cortada, ese caballo se revuelca en el barro, o en la
paja, o en la tierra, y se siente muy contento.
Quizá no haya nada de malo en esas dos situaciones. Pero, no
sé si habrás visto alguna vez caballos o ponis salvajes. Son
preciosos, hermosos. No cargan fardos de paja. Nadie les rasca el
pelaje, ni les da hierba para comer. Se las ingenian para encontrar
por sí mismos el agua que necesitan. Ningún cuidador les facilita
el alimento. Corren libres. Y tienen una crin preciosa, una crin
preciosa que nadie cepilla. Y eso es lo sorprendente. No son la
mascota de nadie, son salvajes, y galopan, con las crines al viento.
Cuando corren, lo hacen como si nada pudiera detenerlos.
Corren para sí mismos. Corren porque quieren hacerlo. Se paran
cuando quieren. Y, cuando te miran, lo hacen de una manera muy
especial. Te miran como diciendo: “Estás en mi territorio. Lárgate” .
Hay una diferencia, tal vez la comprendamos o tal vez no, pero
existe una diferencia. Así pues, en primer lugar, has de decidir qué
clase de caballo quieres ser.
Prem Rawat-Maharaji