Corazón de niño
Somos camaleones que van cambiando de color.
Imagínate una casa con cinco habitaciones, cada una de un color distinto: verde, amarillo, violeta, rosa y rojo, y que al entrar en ellas, nos volviésemos del color de la habitación. Eso es lo que hacemos cada vez que decimos: soy hermano, ahora soy padre, ahora soy empleado, ahora empresario, ahora abogado, ahora médico…
Camaleones; sabemos cambiar de color para pasar desapercibidos, hasta tal punto que nos olvidamos de quienes somos. Nos olvidamos de ese niño inocente que tenemos dentro.
Remóntate a tu niñez, muchos años atrás, cuando amabas la felicidad con todas tus fuerzas. ¿Te acuerdas de ese niño que esperaba, ansioso, a que empezara el nuevo día? Cada día te deparaba algo emocionante. El ayer ya no importaba, y el mañana no entraba en tus planes. Ese día que comenzaba lo era todo: despertar, ver el sol y asomarse afuera con una mirada nueva. Tan simple, tan inocente, tan maravilloso.
Pero entre una cosa y otra, la paz que teníamos se fue disipando. Y todo aquello que pensábamos que algún día nos traería la felicidad, ha acabado haciéndonos sufrir. Cuando esto ocurre, nos preguntamos: “¿Qué ha pasado? Si solo quería paz; lo único que quería en mi vida era sentirme bien”. Entonces nos planteamos: ¿qué puedo hacer? Pero, de hecho, incluso en el momento en que nos estamos preguntando eso, la alegría sigue ahí; toda aquella belleza sigue estando ahí. Nunca nos ha abandonado.
Ese niño sigue vivo y reside en nuestro interior. Y sigue pidiendo lo mismo: ser feliz. Su único deseo es ser feliz.
A los niños les obsesiona la felicidad. No hay más que observar a un niño jugando para ver ese afán que tienen por sentirse satisfechos y felices. Cuando un niño llora es por una sola razón: porque no está satisfecho. Y cuando ríe es por una sola razón: porque sí está satisfecho. Para él, el mañana no existe. Su sentido de la responsabilidad consiste en levantarse con el sol y decir: ya estoy despierto.
Abordemos el tema de la vida con esa misma sencillez. Con gran acierto se ha dicho que solo con un corazón de niño podremos explorar el anhelo interior. Y es que al niño no le hacen falta definiciones ni formalidades para aceptar lo que necesita.
Prem Rawat-Maharaji