Semillas en el desierto
“Hay una línea muy fina, más fina que el filo de la navaja, entre estar preparado y esperar.” Maharaji
Las semillas yacen, latentes, en el desierto, esperando, esperando pacientemente. No como nosotros. Nosotros queremos saber qué tiempo hará mañana: ¿será un día soleado?, ¿lloverá?, ¿habrá viento?, ¿hará buen día?
Las semillas esperan, no pueden hacer otra cosa. De hecho, tampoco nosotros podemos hacer nada más. ¡Nada! Pero ellas tienen la virtud de la paciencia, de saber anhelar, de estar listas para responder. Y, sin embargo, esperan. Hay una línea muy fina, más fina que el filo de la navaja, entre estar preparado y esperar.
Y llega el agua. Alguien responde a la llamada, por así decirlo, recoge el calor y la humedad y los envía hacia arriba. Y truena y llama y alerta a todos. “Aquí vengo. Aquí vengo.” Y sigue tronando. Es todo un espectáculo. Miles y millones de semillitas están preparadas. Están tan sintonizadas con la humedad, que se van preparando a medida que se humedece el aire.
En cada estación llega el agua y de pronto brotan las flores, bailando y cubriendo el desierto de un color magnífico, celebrando la vida.
Ese mismo poder que alcanza a la semilla en el desierto también nos alcanza a nosotros. No hay duda. Es innegable. Nos llega a cada instante, a cada momento.
¿Cómo celebramos nosotros la vida? ¿Qué hacemos? Probablemente seamos la única especie viviente que ha olvidado lo que es celebrar la vida. Llega la estación y los elefantes vagan libres, los monos comienzan a bailar y los árboles a balancearse. Están celebrándolo.
Esta representación se ha venido celebrando durante cientos y cientos de años. Va y viene, como el aliento. ¿Sabes acaso celebrar la llegada del aliento? ¿Sabes acogerlo cuando llega? ¿Sabes escuchar el silencio de la vida? ¿Sabes verlo? ¿Sabes saborearlo? Dentro de ti. No con estos ojos ni con estos oídos, sino dentro.
¿Sabes estar con la vida, sin sentirte solo, y abrazarla? ¿Sabes estar dentro y no estar solo? Así debería ser.
Prem Rawat – Maharaji